El Salvador

Este país centroamericano, conocido como “el Pulgarcito de América”, está regado con la sangre de mártires y profetas que son luz para el camino, fuente de esperanza y compromiso social y político.

Hace 34 años que la primera comunidad llegó a esta tierra de mártires, aún en los últimos enfrentamientos del conflicto armado.

Desde entonces hemos venido caminando con el pueblo, en la Chacra, un barrio periférico en la capital de San Salvador. Desde los inicios hemos querido acompañar a la gente más sencilla del barrio, haciendo vecindad con ellos y ellas, abriendo nuestra casa, nuestra mesa, a la acogida de las personas más vulnerables. Es con ellos y ellas, en sus luchas para ganarse el pan de cada día, para conseguir una mejora en la comunidad, en el esfuerzo continuo por un ambiente más sano y seguro para los niños y jóvenes, en la esperanza de las mujeres, en su despertar a sus derechos y hacer oír su voz reconociendo su dignidad de persona y su poder transformador. Es en medio de estas realidades donde se nos ha ido regalando El Dios de la vida, de la reconciliación, de la esperanza, de la solidaridad, de la justicia.

Esta “tierra sagrada” nos invita a seguir caminando con oído atento a todo murmullo que viene del dolor que pasan tantos hermanos y hermanas. Un murmullo que grita ante tantos atropellos, violaciones a los derechos humanos, que no permiten que los procesos de liberación sean una realidad permanente; obligando a miles de jóvenes, hombres mujeres y niños solos, a arriesgar la vida, migrando forzadamente.

El Salvador es también tierra de gente luchadora, ingeniosa, emprendedora, gente que se compromete, que rebusca no solo su diario sustento, sino alternativas de un mundo nuevo. Un pueblo que sabe de resiliencia y en ello se empeña firmemente.

Con este pueblo, como apostólicas nos seguimos sintiendo “convocadas a entretejer fecundidad y futuro para siempre”.